sábado, septiembre 06, 2014

Gustavo Cerati - Los que lo lloramos




Quería dejar pasar un par de días de la noticia de la muerte de Gustavo Cerati para poder escribir algo menos visceral, más orientado al detalle. Ser obsesivo al escribir, si voy a "homenajear" a Cerati. Iba a dejar pasar aun más tiempo, quizás un mes, pero me puse a afinar esta mañana, decidido a recordarlo desde ahí, y la primer cuerda, cuando afina un "Mi" exacto ya le pertenece (así como la sexta, dos octavas más abajo, será por siempre de Spinetta).

Cerati se desmayó al terminar un concierto en la cancha de fútbol de la universidad Simón Bolivar, en la ciudad de Caracas, el 17 de Mayo del 2014. A pesar de que en las primeras horas los comunicados oficiales le restaban importancia, no tardó en llegar la noticia del ACV, y el coma como resultado del mismo. El 7 de Junio del 2010, Cerati es trasladado al Fleni, donde se le realizan otros estudios, se determina en detalle la causa del accidente, y tiempo más tarde, su último traslado a la clínica Alca, para los cuidados de un estado estacionario.

Si. Cerati nos dio más de 4 años para asimilar la noticia (al menos para los que, como yo, nunca creímos que fuera a despertar), y así y todo, me invadió la tristeza al enterarme, y un par de días más tarde, donde intento escribir algo menos visceral, aún no ha pasado el temblor.

Es cierto que en cada muerte de algún famoso, hay melodramáticos de turno, y gente a la que no le produce nada. Mi caso es el de una persona que recibe la noticia con una gran tristeza, aguanta la lágrima (porque parece que hay que aguantarla) e intenta pensar "¿Por qué duele tanto?". A diferencia de veces anteriores, donde me invadió la tristeza por la muerte de gente que podría considerarse tan lejana a mi (como Syd Barret, Richard Wright, Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta), esta vez fueron otras personas las que encontraron y explicaron lo que me estaba pasando. Los artistas, y siendo la música un medio tan popular, nos llegan, y su arte nos acompaña en momentos de nuestras vidas. Es allí cuando uno desarrolla algo más que un gusto. Es allí donde se establece el vínculo, uni-direccional, si, pero no por eso menos fuerte que el que se tiene con personas de la cotidianidad. Es increíble sentir la necesidad de dedicar un párrafo a explicar una tristeza tan obvia. Quizás sea algo para analizar en otro momento.

No puedo recordar cuándo fue la primera vez que escuché Soda Stereo. Si recuerdo que "De música ligera" fue uno de los primeros temas que toqué arruiné con mi primera eléctrica y desde allí, siempre estuvieron presentes, aunque de forma intermitente. Soy algo joven y algo viejo, y cuando Soda Stereo se separó en el '97 yo tendría unos 14 años y mi asistencia a recitales ascendía a cero. No había visto a esos geniales Soda Stereo hasta ese momento, y tampoco lo hice en esa oportunidad, pero sus temas ya no me eran nada ajenos. En absoluto.

Un gran pico con Soda Stereo fue en el 2007. No era mi mejor año, y había perdido las entradas para el concierto de "la vuelta" en una ... llamémosle "mala apuesta". Mi hermana me llamó días antes de una de las fechas para decirme que podíamos ir igual, que ella nos podía hacer entrar, y allí fuimos. Llegamos con el tiempo justo, casi corriendo por Udaondo para llegar a "El Monumental", en donde se abrió una pequeña puerta, casi escondida, y a metros del escenario, que a los 3 minutos se iluminó con los ventiladores hechos de tubos fluorescentes (que se prenderían con más potencia durante "Persiana Americana"), los reflectores, las pantallas, y 1 minuto más tarde se iluminó muchísimo más, cuando el señor Gustavo Cerati, entra con su Jackson Soloist, acompañado por Charly y Zeta. Llevaba camisa y sombrero, una presencia escénica única y hasta ese momento desconocida por mi. Y empezó un frenético "Si menor" a abrir una pregunta que encuentró su respuesta en el endemoniado riff de "Juegos de seducción". Si, Soda Stereo me gustaba y mucho, pero ver a Cerati en vivo fue re-descubrir todo eso desde otro lado.

Si bien Soda Stereo siguió sonando siempre, y también Cerati como solista, volví a descubrir algo más en los últimos 2 años, cuando decidí estudiar un poco de Guitarra, instrumento que me acompaña desde hace ya 20 años, y al que tan poco estudio le he (o le había) dedicado. Cuando hablamos de ritmo, y cómo hay que mover la mano derecha, miramos a Cerati (irónicamente zurdo). Cuando hay que entender por qué un "Mi menor" no suena como yo lo toco, miramos a Cerati y el mundo de los diferentes voicings que hacían de sus canciones algo tan especial. Cuando hay que ver buenos solos, y cómo hay que acomodar la mano para poder tocar como un grande (y nunca lograrlo), miramos a Cerati. Si se trata de armonizar, y entender como la voz se acomoda sobre distintos tonos de los instrumentos, miramos y escuchamos a Cerati. Si hay que entender como funciona un pedal, como parte de todo un set de herramientas, miramos a Cerati. Decir "Cerati es un maestro" no es un cliche para algunos.

Hace unos días murió Gustavo Cerati. Un artista, un músico, un cantante, un "arquitecto del sonido", un especial, un maestro. Una persona que aportó muchísimo a la música (en tiempo y espacio) y por consecuencia, nos dio mucho a todos los que vivimos la música como algo ubicuo. Los que lo lloramos, sabemos por qué.




miércoles, mayo 07, 2014

NO TAN ASÍ

Te despertás de golpe, temblando y con unas nauseas que no toleran ni el cepillo de dientes con su ruido "shack, shack, shack" haciendo mofa de una rutina cuyo período se extiende de arcada a arcada. Y respirás incómodo con esa nariz tapada por la alergia del otoño o primavera, o los resfríos del invierno o verano, y tenés la excusa para empezar un mal día, con una mañana oscura y desmejorando por la tarde. Odias el viaje, la gente, el tráfico, el calor, el frío, la lluvia, el viento, el ruido y la música, y esas putas arcadas que solo te asfixian como un niño rico con la boca llena de golosinas. Te tronás los dedos entumecidos de humedad y tirsteza y sentís dolor pero no escuchás la música que sale de ellos, porque ya no distinguís una melodía de un ruido, ni un ritmo de un golpe, ni la luz de la oscuridad que de pronto todo lo tapa. Que de pronto todo lo topa. Y está todo reducido a un suelo y es árido. Y te explota el ego y no lo dejás ir ni aunque las cuerdas que lo sostienen te estrangulen los brazos desde los hombros hasta las muñecas, y pronto se transforma en un barrilete, que te levanta con fuerza y te despega del suelo. Y pronto se transforma en un barco a vela y el viento te empuja y no te deja elegir por donde ir porque nunca dejaste ir a tu ego, porque se convirtió en tu orgullo. Porque se convirtió en orgullo. Porque sabes que tener siempre a la mujer que quieras no vale no tener nunca a la mujer que ames, aunque sepas que solo estamos en el camino de alguien más, hasta que nuestro propio camino nos saque de allí y nos lleve hacia otra parte. Porque en algún momento compraste ese cuento (para Demián) de que "El canal de parto y el ataúd son dos lugares diseñados para un solo cuerpo" y te olvidaste que al nacer tu madre puja y al morir, los amigos cargan el cajón.

jueves, enero 02, 2014

Instantáneas

"Llegás tarde" ella reprochó con verdadero enojo, entregándole alguna correspondencia arrugada e irrelevante, apoyándola contra su pecho disimulando el empujón. "O demasiado temprano" pensó él, sonriendo para adentro mientras abría el sobre, rompiéndolo desprolijo, y tanteaba la pared para prender la luz, así, vagamente, sabiendo que no tenía ni la menor intención de leer, ni mucho menos de seguirla hasta la cama, donde seguramente les esperaba una pelea.
Se encontraban en los pasillos, casualmente, y siempre el mismo revoleo de ojos, entre vergonzosos y molestos, y labios apretados de sonrisa conteniendo el escape, y falsa sorpresa estirando las cejas. Una mueca que ya constituía un saludo. Era tarde o temprano, no estaba decidido.
Una noche entre vasos largos y fantasmas de sifones que asustan tintos, la música fuerte, ella, palabra diestra y él, tartamudeo piadoso, y las carcajadas, siempre gritos permitidos, violencia feliz, pirotecnia del alma.
Una madrugada de ocho, movimiento, contractura y complicidad. El gesto de cabeza gacha (el caño) y las pupilas apuntando hacia arriba (la mira), la sonrisa en perspectiva (el gatillo), un disparo y la quietud.
Alguno de los primeros mediodías, de filas y polémicas, de inviernos y llegadas inconscientes, de frios y charlas inocentes, de no entender lo que no estaba por pasar.