martes, marzo 28, 2006

DE LA CONVIVENCIA

Tan solo caer en la cuenta de los roles que van tomando los viejos roles da vértigo. ¿Se convive con alguien por la cercanía del lugar donde se vive? ¿Se convive con los compañeros de trabajo más horas de conciencia que con las familias? ¿Es convivencia el compartir que nos pasa a cada hora con gente que no nos ve, pero que conoce nuestra esencia minuto a minuto?
De la máquina que algún día aprendió a sumar, se desprendieron toda clase de servicios. Las distancias no se han acortado, han desaparecido. Aprendimos a hablar y luego a caminar, y con tan bello don, llegó el llanto. Porque si todos sabemos que la convivencia es dura, pero seguimos recurriendo a ella como método de supervivencia (no somos seres solitarios, vivimos en sociedad, nos movemos en bloque) alguna virtud tendrá. Si los gigantes ponen sus grandes pasos en nuestro corto espacio tan solo para llevarnos a cada instante a todos juntos hacia un mismo lugar, también es una gran fe.
¿Porqué no pensar entonces, que las mismas reglas planteadas para convivir con nuestras familias, deben ser empleadas para esta nueva cercanía? ¿O acaso pensamos alguna vez que la catarsis se basa en la tolerancia absoluta de quien escucha?

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