miércoles, marzo 14, 2012

Arder

"Si mirás fijo por algunos segundos distintos planos, girando la cabeza nomás, desde el mismo punto, y todos te parecen ajenos, si sentís que tus ojos no son tuyos, quizás haya que cambiar algo" le dijo con la mitad izquierda de la boca, sacando el humo que metía el cigarrillo por el costado derecho. Las voces que lo intranquilizan siempre son algo rasposas, con tonos monocordes, y silencios cortos pero pausados. Son voces con arrugas, como si en ellas se encontrara el secreto de la sabiduría.
Las luces que veía por la ventana parecían titilar y extenderse más allá de los diez kilómetros. Las luces llegaban hasta su hogar, y eso lo situaba lejos y cerca. Sonaba Piazzolla en unos parlantes mediocres, pero no importaba. No existe un dispositivo lo suficientemente obtuso para tomarlo por asalto y quitarle su genialidad. Las voces y la música tienen arrugas, hay que aprender que la perfección no está en las cosas lisas. El bandoneón tiene arrugas.
La habitación comenzó a llenarse de agua. Cada pensamiento era una gota. Eran muchos pensamientos. Pensar apaga algunos fuegos, a veces quita energía, pero nos hace dejar de arder. Sirve. "No se puede ser braza demasiado tiempo, y el tiempo en que lo sos, se te puede ver con cierta fascinación, pero no podés ser tocado", dejó caer sus palabras. Leía su cabeza con claridad, y torturaba su cigarro con los labios resecos. De alguna manera, sus voces seguían fumando.

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