lunes, julio 23, 2007

De la justicia (alguna parte, primera si hubiera más).

Dejar pasar un pequeño tiempo del momento en que nos damos cuenta de algo, es el gran secreto para un análisis lúcido, si esto es lo que intento hacer, y si así fuera, si lo lograra.

Factores que nos muestran cuán complicada es una situación, algo así como índices cualitativos, hay infinitos. Pero me sorprendía el otro día de mi gran hallazgo, algo que cualquiera de quienes leen podría entender como trivial, o incluso básico. Cuando el accidente y el atentado se rozan, evidentemente hay un sistema que está fallando. A esto llamamos justicia. Un sistema complejo, lleno de huecos, que se intentan emparchar diariamente, con cada sentencia incorrecta, con cada falta de sentencia, o con la mera manera nefasta en la que se llevan a cabo las investigaciones.

Supongamos que un individuo sale a la calle armado con un cuchillo, o un arma de fuego. Tiene en su cabeza asesinar a otro individuo. Llega al objetivo, le apunta, dispara. Tal vez diez, veinte o noventa años borrados en un instante. Toda una vida, ya que para nuestra situación, obviamente hemos llegado a la muerte. El sistema todo lo cataloga. Homicidio Doloso, significa que se ha cometido un asesinato. La víctima, un ser humano. Hubo intención.

Una persona sale de su casa conduciendo su automóvil. Los frenos no funcionan del todo bien, al llegar a la ochava, una persona. Impacto. Muerte. Homicidio culposo, producto de la impericia (exceso de velocidad sería negligencia, aunque las diferencias parecen ser banales para este gran sistema). Hubo un asesinato. El objetivo se dio estocásticamente. Hubo culpa. Pero no hubo intención.

La sentencia se corresponde con una condena. Claramente, para la justicia el Dolo es un gran agravante de la situación, aunque increíblemente, por más sencillo que parezca, esta figura es increíblemente difícil de demostrar. Se alega emoción violenta, tan solo basta con descargar un cargador entero sobre un cuerpo, e incluso gatillar un par de veces luego de quedarse sin balas.

Pero luego, las cosas comienzan a complicarse. Una persona cierra con candado una salida de emergencias, otras tantas van al lugar acompañadas con niños y bebes (los cuales se quedan en una guardería improvisada), el dueño del lugar, permite el ingreso de cuatro veces la capacidad habilitada. Una banda medianamente popular convoca abiertamente a un show con bengalas (hay constancia de ello en grabaciones). Cientos prenden bengalas, una es arrojada al aire y entra en contacto con una media sombra que cubre el techo debido a que días atrás el lugar se había incendiado. Los inspectores no clausuraron el lugar. Los supervisores, no supervisaron. La media sombra comienza a arder y en cuestión de segundos, cae prendida sobre toda la gente. La gente comienza a arder, algunos pueden escapar, el humo tapa el lugar. Los bebes en los baños no saben lo que está ocurriendo. Las puertas no se abren. Las personas se desesperan. El saldo, puede ser calificado de distintas maneras: Horrendo, numeroso, triste. IMPERDONABLE.

Aquí aparece una nueva figura, el Dolo eventual. Significa que nadie tuvo la intención, pero que podía preverse que un suceso iba a ocurrir ante determinadas circunstancias.

Tiempo atrás, las cosas también eran complicadas. Una mañana como todas, hasta ese momento, pero única a partir de ahí, para todos, o para todos los que así prefieran verlo. A la vuelta de nuestros trabajos, nuestros hogares, en nuestra ciudad, en nuestro país, en nuestro mundo. Un edificio lleno de almas estalla. Una bomba ubicada en una camioneta, según se estima, impactó en el frente de dicho edificio. Una detonación. Decenas de muertos. Centenas de heridos. Un atentado. Hubo dolo. La intención explícita de hacer daño, de destruir. De acabar con todo. La justicia comienza una investigación de la misma manera en que lo hace habitualmente. De brazos cruzados, y con la venda de los ojos, a la altura del cuello, amenazándola. Años han pasado, y ni las víctimas aquel día presentes, sus familias, sus amigos, y nosotros, la sociedad, reciben una explicación. Ninguno ve los resultados de la justicia. Las pruebas lentamente se borraron, se perdieron. Se encubrieron. Se presume que los cargos más altos de aquel gobierno, estaban tan implicados, que hicieron todo lo necesario para que nada saliera a la luz. Una “negligencia” enorme. Una gran “incompetencia”. Una verdadera falta de respeto. Tal vez si ese hubiera sido el primer atentado, se comprendería que no se estaba avisado. Que los organismos responsables de la seguridad de la población, no se lo podrían haber imaginado. Estos organismos, no podrían ser culpados de nada.

Pero esto no es cierto. Pocos años antes, un episodio similar. Otro edificio derrumbado. Otras decenas de almas que ya no están entre nosotros. Es decir que por parte de estos organismos, hubo imprudencia, ineficacia. Es decir que en el segundo atentado, estos organismos sabían lo que hacer, y sabían lo que podía ocurrir. ¿Es pendenciero decir que no hicieron nada para detenerlo? Se puede hablar de culpa en estos organismos. Claramente, diría yo. Pero quisiera agregar una pequeña relación. Cuando hay factores que indican que algo puede ocurrir, se puede hablar no solo de culpa, sino también de un Dolo eventual. Así como se pudo hablar de un dolo eventual en el incidente de la multitud entre los fuegos. Entonces, existe una doble figura. La claramente dolosa, de quienes organizan un atentado, y la posiblemente o eventualmente dolosa, de quienes no hicieron nada para impedirlo.

Así como la culpa y el dolo se rozan, se rozan los accidentes y los atentados, y esto es lo que nos hace peligrar. Imaginemos si cualquier choque automovilístico no pudiera ser catalogado como culposo por ser en parte doloso, ni como doloso por ser en parte culposo. Imaginemos como cualquier día un asesino es tildado de “demente” y no llega al lugar a donde debe ir (que lamentablemente es un subsistema tan fallido como el sistema Judicial). Imaginemos como cualquier violador puede estar libre porque no era su intención, sino que no sabía lo que hacía. Imaginemos como cualquier ser humano, puede caer prisionero de este sistema en orden inverso. ¿Y si un peatón imprudente es quien es atropellado por un auto en perfectas condiciones con un conductor prudente? ¿No podría ser este conductor injustamente juzgado? ¿Es compatible ser injustamente juzgado?

Ya tantas cosas han pasado, algunas impunemente, otras no tanto. La lista se hace interminable, y por más que uno no quiera, la memoria falla. Y cuando la memoria falla (ya sea porque es escasa o porque las injusticias son demasiadas) estamos en problemas mayores. Pero se puede. Puede darse el día en que la justicia sea justa. Y ojala llegara alguna vez, la era aquella en donde fuera innecesaria como sistema, ya que cada individuo se rigiera por valores reales.