lunes, febrero 21, 2005

EN TRANCE

Para alguien como yo, que no cree en lo perfecto, es fascinante darse cuenta que lo perfecto tal vez no exista jamás si a todo se le encuentra defecto. Porque este momento fue simplemente perfecto, por sobretodo simple, por demás perfecto.
Supongo que te quise, te quiero y te querré.


La causalidad decidió dejarlos solos unas horas para perderse en cualquier sitio de la gran ciudad, sitio transitorio para volver por escasos segundos de cada viaje. Estaban los dos allí porque el destino permitió, pero sobretodo porque ambos querían, y comenzaron a reírse juntos como siempre lo habían hecho, como tanto recordaban.
Y pasó la primera imagen por sus retinas y los primeros aromas por sus narices, algunos sonidos por sus oídos, y la menta siempre en sus bocas. Se rozaban las manos sintiendo del otro la piel hecha erizo en cada poro. Traían algún recuerdo a encarnarse en la vereda que desaparecía de sus sentidos dando lugar a cada antiguo escenario, jugaban en él, reían, se miraban, no pudiendo creer que de sus bocas salieran casi las mismas palabras que tantos años atrás. Volvían del primer beso, los primeros "te quiero" y de algún que otro detalle que cualquiera llamaría menor, porque cada recuerdo hecho rito era casi tan incompartible como el que viniera delante o detrás.
Otro viaje, otra época, decididos a revivirlo, decididos a recordarlo, sus manos comenzaban a temblar, sus ojos empezaban a humedecerse por dentro y sus caras de fascinación demostraban que lo que ocurría era mítico. El recostado en su sofá, ella en su cama con el ratón en la mano, las palabras melosas, las melodías sin letras, el temor y la vergüenza de hablar en frente de alguien, y sus códigos secretos para que nadie se enterara. Los "Te extraño", la forma en que todo se argumentaba porque debía ser de ese modo y porque de otro no serían ellos, quienes siempre argumentan, los que volvían de este viaje.
Muchos viajes, campos, ciudades, familias, amigos, recuerdos, distancias, encuentros, reencuentros.
Se abrazaron aquí, allí, allá y en todas partes, como dos mamushkas desarmadas que se correspondían en tiempos y espacios y que se reencontraban mirando tan solo y viviendo lo que alguna vez había pasado. Muñeco por muñeco se desvaneció, quedando tan solo el presente escapando del trance con los primeros rayos de luz de la mañana, fundidos en un abrazo que lo significaba todo para ellos, pero para nadie más. De crecer, de reaparecer, de ser quien se es, de darse lugar, de aclarar significados, de recordar que siempre nos hacíamos reír.

De eso me acuerdo, de que siempre nos hacíamos reír.

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