martes, julio 05, 2005

LA PRIMER MAÑANA

"No por nada todo se encierra en ciclos y cuando termine un gran tote, mi corazón dejará de latir".

Las hojas solían caerse día a día ese invierno, cada vez que el viento soplaba. Salí a la calle y se habían congelado en el aire, sensación radical que daba la impresión de la ausencia de tiempo. Entonces había que decidir, porque siempre es cuestión de decidir, si esperar el colectivo o tan solo volver hacia mi hogar, porque claro está, sin tiempo no hay movimiento. En ese momento caí en la cuenta de que me estaba moviendo, por lo cual, el tiempo debía seguir existiendo como tal. Entonces, ¿Qué enrarecía al mundo esa mañana? El café algo ácido, la estufa algo fría, la silla algo estúpida, los dedos quietos. El eterno cuestionamiento, constante, no. La radio apagada, los semáforos en rojo, las persianas bajas, los músicos sordos, los escritores mancos, las gaviotas temerosas de volver a volar. La ausencia absoluta del deseo, el deshambre, la implosión, la acefalía, la esclavitud de la mente. Entonces había que decidir, porque siempre es cuestión de decidir.

Si el cambio es para bien, bienvenido sea, dedicado a una gran hija...

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