jueves, septiembre 10, 2009

Del sol, la luna y las botellas

Abrió la puerta de la cocina al dia siguiente, algo dormido, como tropezandose y el aroma del vino tinto intentó despertarlo con una especie de golpe desganado y mal servido sobre la nariz y parte del cuello. Las copas en la mesada casi fria, posaban dentro de un triángulo de sol, como queriéndo broncearse por fuera. A su lado la botella ya cadaver de una noche mafiosa que no quiso testigo de aquella tranquila guerra ni la subsiguiente dulce paz. Ella en otro cuarto, con el pelo sobre su rostro, dormía con las manos bajo la almohada mientras sus mejillas soportaban todo el peso de un cuerpo varíos días en vela. Su respiración no llegaba a ser ronquido pero definitivamente vencía cualquier suspiro oido por aquellas sábanas alguna vez. El miró por la ventana, tomando aire y llevandose ambas manos al rostro, estirando alguna lágrima reseca e involuntaria recostada en una nariz pirámide cuya cúspide se enterraba en una frente cada vez más preocupada por aquella manía de no pensar en un futuro más lejano que el dictado por el sol y acatado por la luna. Ella despertó y su mano acariciaba el otro extremo de una cama vacía. Se despertó sobresaltada. El bebió de a cortos sorbos el vino estancado en el fondo de las copas. Ella se puso de pié, el las llevo a la sombra para que no enfermaran, ella salió del cuarto, el dejó la cocina. Casi chocan en el living y aún borrachos estallaron en una carcajada cómplice, parte de un pacto que nadie más comprendería jamás.-

1 comentario:

mi otro yo dijo...

Esos pactos que da la complicidad, la sonrisa de la mirad es genial.

Me gusto leerte.

Saludos!