Como el clima, como la piel, y como el cerebro convertido en
nuez que no riega ideas, que no riega letras, que no riega nada. Seco como una
sorpresa mal dada, o como una mala sorpresa. Seco como una rama que está a
punto de partirse.
Entraba el sonido del piano. Siempre me pareció que lograba
colarse por debajo de la puerta, aunque sé que no es así como funciona (o si),
y esta vez las notas lastimaban. Lastimaban porque sonaba un hombre con
necesidad en los dedos, necesidad de golpear teclas que componían música.
Necesidad de otro hombre de golpear teclas que compongan letra.
El cielo que oculta Soles que ocultan sonrisas. El peso, las
valijas, “ponga la bandeja en posición vertical y abroche su cinturón”, la
rutina y los kilómetros que te ponen viejo, pero sobretodo, seco.
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