Para algunos solo
tiempo que pasó y erosionó la piel, agua o viento, casi nada. Para otros las
heridas de viejas derrotas, de algunos lamentos sepultados en el pliegue de una
tela, en la cara, en las manos. Para Julieta, almacenamiento. Cada arruga
cuenta una historia, solo hay que saber leerlas. Ella tenía exactamente 103
arrugas bien recordadas y otras tantas que quedaban en la espalda, ocultas de
la razón o la memoria. Las llamaban “exiliadas”, y eran las hijas no queridas
bien ocultas a la sombra del olvido. Eran las más profundas, esas que no tapan
las cremas, esas que no nos dejan en paz. Esas que ni las arrugas de la cara
consiguen tapar. Son las que en verdad importan. Son las que Romeo quería
conocer sin importar el precio, sin importar que detrás de la búsqueda, tan
solo quedara poción y muerte. Son las que valían la pena.
1 comentario:
me hace acordar a algo de Galeano esto..
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