martes, abril 19, 2005

CANIBALISMO

Había una vez una joven y hermosa perdiz que se paseaba por los prados de una ciudad donde siempre había Sol. Bebía agua de aljibe con la ayuda de algún humano, comía maíz del campo y se bronceaba por las tardes.
Cierta mañana, escuchó el sonido característico de una perdiz macho. Sin mucho maquillaje y algo alterada, salió del granero corriendo torpemente, como no podría hacerlo una perdiz de otra forma, y al encontrarlo, la belleza de aquel animal la paralizó. El macho había sido tratado transgénicamente, por lo cual tenía los pectorales del guardia de seguridad de Puente Mitre, lo que no solo hizo que la perdiz muriera a sus pies sino que además delató la edad del autor del cuento.
El macho intentó cortejar a la perdiz, pero como buena histérica, esta lo rechazó y se volvió meneando la cola hacia el granero. La perdiz macho, en ese momento con cara de ganso se emborracho y luego de lanzar un pato, mientras hablaba con el granjero dijo: "¡Felipe!, se me escapó la perdiz". La actitud del granjero delató un cierto recelo a las hembras lo que demostró diciéndole al macho que no gastara pólvora en chimango. Ya recompuesta la perdiz macho, decidió acercarse por su lado más humilde, el que le daría lástima, pero el verdadero al fin. Tanto anabólico lo había convertido en un adicto y eso explicaba porque lo habían mandado del campo a la granja.
Con el tiempo la perdiz se enamoró de él y él de ella, en un descuido el macho pisó a la hembra (¡ja! ¡Pájaro loco!) y luego de un tiempo nacieron 5 hermosos huevos que más tarde se convirtieron en perdices púberes que escaparon en reiteradas ocasiones a los perdigones de los cazadores. Un día frente una cámara miraron el pajarito y quedó el retrato familiar, y vivieron felices y comieron perdices.

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