sábado, julio 03, 2004

DEL ORGULLO

Y parece ser que ahora las templadas mañanas de otoño me gustan, y ya no disfruto tanto de la arena jugando entre los dedos de mis pies, ni las olas golpeando fuertes en la cintura.

¿Donde habrá quedado la furia de aquel pequeño de apenas ocho años, que sin rendir cuentas a nadie de lo que hacía o dejaba de hacer, se paseaba por su mundo altanero sin importar lo que nadie pensara? ¿Dónde habrá quedado el orgullo de aquel adolescente cuya confianza había que ganarse y era capaz de juzgar sin importar las consecuencias?

Porque si alguno de ellos viniera hoy a visitarme, solo por curiosidad, me retarían a un duelo verbal del que seguramente saldría perdiendo. Porque si alguno me ofendiera con sus tajantes palabras y su falta de interés por el bienestar ajeno, seguramente le pediría perdón inútilmente, ya que por furioso u orgulloso, ninguno me escucharía.

Porque simplemente me convertí hoy, en ese ser, que sin defraudar a mis padres, mis amigos, mis distancias, se ha defraudado a si mismo, convirtiéndose también en todo lo que alguna vez rechazó.

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