lunes, abril 19, 2004

FRIO DE SABANAS

Y la mañana me encontró abrazado en frazadas, pensando en sus brazos. Temblando me desperté, me estiré, mire al cielo y mis ojos tuvieron mucho color, y el negro se disipó ante el verde.
Y salí a la calle sonriendo, de que manera sino, podía darle al mundo, algo de mí.
Allí ibamos, mi sombra y yo, caminando cantando por dentro y pensando en aquella misma canción. Confiezo que esperaba a que la sombra cantara para que, apenas segundos más tarde, se escuhce mi voz siguiendola, ya que no recordaba del todo la letra.
Y el perfume de los árboles, que raramente aun vestidos elegantemente sobre la vereda, erguidos como orgullosos de sus eternas siestas, bajaba distinto hoy que ayer. Distinto que siempre. Mejor y peor.
Y el trabajo repetitivo de siempre, me agradó aun más hoy, y las faltantes ventantas en la oficina, se transformaron en imainación hecha herida, en recuerdo, en deseo.
Porque al menos hoy, el día brilló, y el sol se reflejó en cada uno de los dientes que asomandose debajo de mis labios, se mostraban distintos. La luna comenzó a salir y el sol por fin descanza. Pero sigue brillando, o al menos, sigue alumbrando.
El día se mostro frio, la noche se muestra calma. Veo otra vez las frasadas, me enredo con ellas, recuerdo sus brazos.

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