martes, noviembre 23, 2004

LA ALIANZA EN EL CELOFÁN

Disimuladamente me había invitado al bar en donde trabajaba hacia ya unas semanas. Disimuladamente acepté. Habíamos estado juntos durante cuatro meses, y separados otros tres. Había entregado todo y mis manos estaban vacías. Las heridas ya casi habían cerrado y puse mi alma a prueba una vez más.
Cuando llegué, un señor sobre el escenario entonaba las estrofas "Un viejo blues", haciendo que el mundo se moviera lentamente mientras me depositaba a sus espaldas. Acerqué mis labios a su oído y susurré su nombre. Se dio vuelta dejando ver en su boca una hermosa sonrisa, idéntica a la de la primera vez.
Me senté en la barra a la sombra de un farol agonizante, le pedí una cerveza y trajo dos vasos. Se sentó de lado para levantarse rápidamente a atender las mesas. Caminaba de un lado al otro y de tanto en tanto iba a la puerta a coquetear con alguno que otro que siempre la iban a visitar. Volvía, sonreía y nos mirábamos en silencio.
En una recorrida, y con la botella casi vacía, pasó a mis espaldas y sorpresivamente, posó su mano en mi mandíbula, giró violentamente mi cara y disparó un beso que con esfuerzo pude esquivar, haciendo que impactara en mi mejilla. La miré de cerca de los ojos, rozando nuestras narices y recordando todo el dolor que aquella persona me había ocasionado. Lentamente pronuncié estas palabras: "La cuenta, por favor". Mientras caminaba a la caja a buscar el ticket, saque el celofán de mi atado de cigarrillos. Tiré de la alianza de mi anular izquierdo, la deposité en el improvisado cofre sellándolo con el fuego de mi encendedor. Junto con cincuenta centavos, durmieron en la barra. Tomé el vuelto, y me fui para jamás volverla a ver.

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