La arrastro hace años. Más de veinte años. Los mismos problemas, las mismas angustias. Y cada día que pasa, es un día más que cargo en esa mochila llena de pasado. Mis miedos, se convierten en profecías. Nada que me sorprenda ocurre ultimamente. Cuando intentaron convencerme de que algo no iba a pasar, por más fe que yo tuviera en que eso ocurriría, terminó ocurriendo de la mano de la persona que me lo aseguraba. Siguen siendo más y más pesos. Más y más miedos. Juro que ya no se que hacer. Quisiera equivocarme en esto, al menos una vez en mi vida. Quisiera terminar con esa suerte de pálpitos que terminan siendo ciertos.
Creo haber tomado una decisión. Creo que tengo que agarrar mi mochila, colgarmela en un hombro y partir. Partir para nunca más volver. Si he de temer de alguien, que ese alguien sean las montañas y el mar. Si alguien ha de temer de mi, que esas sean las montañas y el mar.
Esta es mi última oportunidad. Lo se, lo se internamente como se todas esas cosas que me gustaría no saber. Y de ser esta la batalla final, se que la estoy perdiendo.
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