martes, septiembre 21, 2004

Con los ojos del pasado

Es que ya no encuentro las palabras para explicarte lo que no siento, que es aquello sobre lo que no me pediste explicación, salvo que tus ojos si lo hacían.
La lluvia de aquel octubre en el jardín de tu casa comenzaba a inundarme de dudas, de miedos. Pasaría mucho tiempo sin volver a verte, y faltaba muy poco para despedirnos. No podía decirte nada, pero lo sabías.
Tardé en olvidarte exactamente lo que dura un invierno, una primavera y un verano, o al menos eso tardé en verte de otra forma. Y allí terminó la historia.
Pero hoy vuelves muda a decirme lo que sientes, no hacen falta las palabras, te conozco bien. Y te robas la espuma de mi café jugando con la cuchara en tu boca y nada tiene sentido. Sabes que mi corazón no te pertenece, y que sería imposible para mí volver a dártelo, pero allí estás, con los ojos llenos de pasado, con las manos frías como aquella tarde de octubre. Luego caminas a mi lado, me abrazas y te sientes segura, pero mis brazos tampoco te pertenecen. Solo puedo darte mis oídos, mi palabra.
No puedes decirme nada, pero lo sé.

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