En un estante del bar de la Facultad, se alistan los soldados completamente erguidos. Diviso desde aquí las galletitas, papas fritas, chizitos, bizcochos, alfajores, gaseosas, chocolates, caramelos, chupetines, chicles, yogures, jugos y demás. Todos en silencio, con sus ojos cerrados rezan en vano pues conocen su destino final. Serán comprados, consumidos y hasta tal vez arrojados sus restos a un cesto, o aún peor, aunque más digno, caducaran en la fecha que a cada uno le fue tatuada en la espalda.
Son como los humanos, serán soldados erguidos, luego comprados, consumidos, y hasta tal vez arrojados sus restos en un cesto. O caducarán en la fecha que cada uno tenga tatuada en la espalda. Tan solo porque un negociante se enriquece haciendo que este, sea nuestro destino.
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